FEBE los ponchos y las tejedoras




Desde hace más de 25 años Febe Defelipe se ha interesado en los textiles tradicionales argentinos y sobre todo en sus guardas y patrones de diseño. “Hace unos años quise comprar un poncho que me gustaba y no pude porque era muy caro, llegué a casa y pinté una mesita, luego un banco, y así continué con figuras a tamaño natural de vaca, caballo, un corazón gigante, y cientos de objetos con esas guardas, pero con mis colores, y de ahí no paré más”, así explica Febe su pasión por los ponchos y textiles que recrea en una versión personal y distintiva. No copia ninguna prenda en particular, más bien se inspira en una idea universal, en un arquetipo; no se inclina por la paleta terrosa, sino por una mucho más colorida, brillante y cálida creando una síntesis propia que ella misma denominó “aborigen pop”: “mis guardas son de pueblos originarios, síntesis aborigen y pop porque mi pintura es pop; y últimamente mis guardas -por sus formas y colores- fueron derivando a lo étnico más planetario antes que autóctono”, afirma la artista. Nos pareció importante acompañar sus pinturas con algunos textiles tradicionales cedidos gentilmente por una experta en el tema, Roxana Amarilla, quien hizo una selección de piezas de tres provincias (La Rioja, Neuquén y Jujuy) para vincular pintura y artesanía, no solo a partir de analogías formales y cromáticas, pues “cada pieza seleccionada fue hecha en telares tradicionales de una presencia varias veces centenaria con saberes, técnicas y procedimientos que se trasmiten de generación en generación en todo el territorio”, afirma la especialista.
En las pinturas de Febe, figuras de águilas, gatos, caballos, perros, delfines y otros animales aparecen insinuadas y abrigadas por los ponchos, y amadas por los corazones “aborigen pop” que aparecen reiteradamente. En la faja de la jujeña Lucrecia Cruz no hay representaciones sino hay evocaciones de llamas y suris (ñandú pequeño) pues las artesanas son conscientes de la sacralidad de la vida animal, de las ovejas, llamas y vicuñas que ceden generosamente su lana para que ellas puedan elaborar sus productos. Una leyenda guaraní inspiró a Febe la pintura Anahí, el ceibo y el yaguareté (2021), junto a las enormes y brillantes flores de este árbol que crece en las orillas del Paraná, se luce la faja de Edilberta Puca que con una estructura mandálica de ocho rombos reunidos en un centro aluden a los pétalos de una flor, o quizá a la flor federal directamente. Flor hiperrealista y flor geometrizada, pintura y tejido constituyen este binomio. Hay una coincidencia entre el poncho amarillo de Martina Zárate y el Poncho tehuelche de Febe, no porque la artista se haya inspirado en él particularmente, ya que nunca lo había visto antes. El otro poncho riojano (de Miryam Mercado) es un guiño a su dueño, un coleccionista de artesanías, alfarería aborigen y arte contemporáneo, y al cuadro de Febe que pintó un huaco peruano, y lámparas y objetos de diseño delante de un brillante poncho multicolor.
En esta muestra hay un diálogo dinámico entre pintura contemporánea y artesanía tradicional, innovación y tradición, el arquetipo y lo singular. Como dijimos antes, Febe no copia, ni mira un poncho específico, sino que capta el espíritu de esta prenda ancestral, lo reelabora con su propia paleta en su pintura y crea situaciones inéditas con animales, paisajes y objetos varios; mientras que por otro lado hemos puesto en valor piezas textiles únicas, todas tejidas por mujeres de biografía concreta que son continentes y vehículos de saberes antiguos de la América profunda.
Julio Sánchez Baroni

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